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Blog - Guías de viajes y experiencias de viajeros

Días de granja: El origen.

Creo que todos alguna vez en la vida deberían pasar para la experiencia de trabajar en una granja.¿Alguna vez sentiste que vivimos toda nuestra vida en cajas? cajas que nosotros mismos nos construimos, amueblamos, pintamos y decoramos.

Historias de granja, basado en hechos reales.

"Las cosas más triviales se vuelven fundamentales"

Mario Benedetti.

 
Se corta la luz y tenés el arroz a medio cocinar, queda poca leña y ya no hay luz para ir a buscar más, así que asumís que va a ser una noche fría. Por lo menos ya me había duchado, pienso. Como para buscar algún alivio momentáneo.  Bueno esperemos que mañana a la mañana vuelva así me puedo tomar un café caliente antes de arrancar. Pero no sucede, tenés que arrancar y no hay luz.
 
Puteas en 14 idiomas hasta que te das cuenta que lo vas a tener que resolver vos. No puedo pensar antes de desayunar, vas a tener que poder. Ahora hay luz solar, así que traigo toda la leña que puedo, me estoqueo porque no me quiero cagar de frío otra vez. Ahora aprendí. Aprendí que cuando hay luz solar no se puede perder el tiempo. Busco la caja de fusibles de la casa, todo está ok, llamo a ver si había algún corte programado, sigo los cables, chequeo las térmicas, todo indica que hay que entrar al cuartito de chapa atrás de la casa lleno de arañas “redbacks”. No ni en pedo entro ahí. Voy a tener que entrar, si es que quiero desayunar. Busco un palo y empujo la puerta para no tocarla. La caja tiene una especie de traba que no puedo abrir con la misma maravillosa herramienta con la que entre ¡Mierda, tengo que entrar! Cuento hasta 43, muevo el palo de un lado a otro para sacar posibles telas de araña que no estoy viendo y entro, abro la cajita y entre medio de 10 arañitas había un fusible bajo de la energía general de toda la granja, lo levanto con el fantástico palo y... charán ¡Se hizo la luz! Me voy, sintiéndo que cruce los andes caminando. Ahora puedo desayunar, otro hermoso privilegio. Y recién ahí arranca el día, 12 horas de trabajo me esperan. No hay tiempo para pensar que ya estoy cansada antes de desayunar.

Espero el recreo para comer como si fuera navidad, tengo tiempo y materia prima de calidad a mi disposición de a kilos así que se despierta mi lado culinario más oculto. En la granja de mandarinas me acuerdo que hice budín de mandarinas, mermeladas, gomitas, cascaritas con azúcar. ¡Bueno, PARÁ! Sí, me cope. No existe el delivery así que NO está la opción de: hoy no cocino.

Algo tan simple como un ducha caliente se vuelve un momento preciado en mi día a día. Porque después de trabajar afuera el momento en el que terminás y te metés a bañar, ese momento en que te cae el agua caliente en el cuello, lo valorás como nunca antes lo hiciste. Me estuve duchando todo mi vida y no me había dado cuenta lo bueno que estaba.

Che, algo pasa porque el tanque no tiene agua. Además de trabajar 12 horas tengo que estar mirando si hay agua o no. Y si. ¿Sabés cómo mirar si el tanque tiene agua? me pregunta el jefe de la granja. No. Bueno, mira venís hasta acá al lado del tanque y lo tocás. Ves? acá donde está frío es que hay agua, acá ya no hay. O podés mirar la boya. Si está arriba de todo significa que esta todo ok. Si no, es que hay alguna perdida y hay que averiguar donde. Que difícil todo, pienso mientras me voy ahogando en preocupación de tanques de agua.

La granja para mi es eso. El “No puedo” transformado en “viste que si lo necesitás no hay no puedo”. Es el “no te queda otra” que te lleva al siguiente escalón. Sacudirse los vicios de la vida armada en cajita que vivimos hoy en día.  Es aprendizaje constante en todos los niveles. El de practicidad, el de humildad, el de empatía. Tus días están regidos por el sol. Empezás a las 6 am para tener todo listo y terminado cuando ya no hay luz. Las noches estrelladas de las granjas para mi siempre fueron una lección de humanidad. No somos nada. Te ves ahí solo parado abajo de eso telón de estrellas, con tus problemas que se ven tan chiquitos desde esa óptica. Y cambiás. Porque nunca más vas a entrar a un departamento agarrar el control del “split" prender la calefacción e ir a la cocina a calentarte agua para un té sintiéndote igual. Eso. Esa diferencia que sentís. Es haber vivido en una granja.

Las fotos son de Andrea Venegas @avenegasfoto

                

                

                

                

                

                

                

                                  

 

 

 

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Juliana Maese

Máster en Periodismo de viajes, Licenciada en Turismo, Agente de viajes, Técnica en Administración Hotelera.

Matteo Valesani

Chef, experto en cocina de baja temperatura y cerveza artesanal.